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domingo, 26 de mayo de 2013

Capitulo IV: Acusaciones veladas


Cuando Ahzek Ahriman entro en la sala se sintió transportado a otra época. Aquello, misteriosamente le recordaba a Nikaea. Desde luego se sentía igual de intranquilo que cuando estuvo allí.

Habían pasado más de diez mil años desde aquello, pero era una de las cosas que nunca olvidaría. Cuando el Emperador dio las espaldas a Magnus.
Pero allí no estaba Magnus, ni el Emperador ni nadie parecido.

Solo había dos personas además de él, Ezekyle Abaddon y Erebus. Los miro a ambos. Algo grave estaba pasando.
      -          Ya estás aquí- dijo Abaddon-, por fin vas a poner luz sobre un asunto que nos preocupa.
      -          Bien- dijo Ahriman, respirando.
      -          Hace poco hemos tenido unas noticias muy inquietantes- dijo Erebus- y queremos que tú nos las clarifiques.

Ahriman observo a ambos. Aunque pareciera raro, el rostro de calma de Abaddon, contrarrestaba con el rostro esculpido en piedra de Erebus. Este, siempre manipulador, era un misterio, siempre lo había sido para todos. Pero Ahriman sabía que ocultaba algo. Pudieran ser sus poderes sobrenaturales, o tal vez solo intuición, pero estaba seguro que tenía mucha culpa de lo que iba a suceder.
      -          Bien, haced vuestras preguntas.
Tranquilamente se sentó en un sillón cercano. Su túnica, esta vez azul y blanca, se arrugo se forma extraña, ¿un augurio de lo que se avecinaba?
      -          Hace poco hemos tenido un problema- comenzó a decir Abaddon-, con los Cuervos Sangrientos, no con ellos en cierta forma, si no con su Señor del Capítulo, Kyras. Se había corrompido, convertido en un adalid de Khorne y pensaba arrastrar con él a todo el Capítulo entero.
Al escuchar aquello, Arhiman se alteró, perdió su concentración siempre perfecta.
      -          La Legión Alpha- dijo Erebus-, nuestros queridos hermanos, lo habían intentado traer a nuestro lado. Pero al parecer, las expectativas de poder de Kyras eran más elevadas.
      -          Intentó convertirse en Príncipe Demonio- dijo Abaddon-. Por ello tuve que enviar a dos de mis hombres, Eliphas y Neroth.
      -          ¿Tuviste que mandar a unos necios a hacer tú trabajo, Abaddon?- fue la sorprendente respuesta de Ahriman, en realidad no era, para él, ya que había visto las opciones en una rápida mirada al futuro.
      -          Exacto hermano, tú lo has dicho- respondió Abaddon- mande a dos necios a hacer mi trabajo. Pero esos necios han descubierto algunas cosas.
      -          Te hemos traído aquí para que nos hables de los Cuervos Sangrientos, Ahriman- dijo Erebus.
      -          He tratado pocos con ellos. Coincidimos hace unos años con ellos en la Biblioteca Negra. Me encontré con un Hermano Perdido, y después apareció uno de sus capitanes, Angelos creo recordar que se llamaba. Se enfrentó a mis Rubricas junto a los Arlequines que protegen la Biblioteca.
      -          A mi llevan unos años fastidiandome- dijo Abaddon-, pero creo que de ese Angelos no tenemos ya que preocuparnos, Kyras lo ha matado.
      -          No estaría tan seguro de eso- le contesto Ahriman. Con su poder había visto que Angelos vivía.
      -          Me lo han asegurados mis enviados, ellos lo vieron como lo doblego Kyras. Pero eso es otra historia, como iba diciendo, Kyras se enfrentó, ya convertido en Demonio a una hueste de Guardias Imperiales, Cuervos Sangrientos y Eldars. Acabaron con él.
      -          ¿Y tus enviados?, ¿solo estaban de observadores?- dijo Ahriman, sabía que aquello escocería a Abaddon.
      -          Se mantuvieron en perfil bajo- le contesto Abaddon-. Su misión era asegurarse de acabar con Kyras, además de recoger algo.
      -          Pero no lo lograron, eso es el hecho- Ahriman sonrió.
      -          Kyras está muerto- dijo Erebus-, un Cuervo llamado Diomedes acabo con él y destruyo lo que tenían que apoderarse.
      -          Al final tus enviados hicieron una chapuza- corroboro Ahriman.
      -          Eso pensé al principio- dijo Abaddon-, pero en parte han hecho algo a derechas. Quiero que veas esto. Abaddon saco un objeto y lo puso en una mesa cercana. Ahriman se levantó, se acercó y lo observo atentamente. Reconoció el objeto.
      -          Es una reliquia de mi Legión, ¿Dónde han encontrado esto?
      -          En un pecio abandonado- el que contesto fue Erebus.
      -          ¿Puedes explicar esto?- dijo Abaddon bastante nervioso.
Ahriman ya sabía porque estaban hablando con él. Aquello corroboraba todas sus preocupaciones.
      -          Magnus antes de la Caída de Prospero mando naves sin rumbo a distintos puntos de la Galaxia, esto podría pertenecer a una de ellas- contesto Ahriman.
      -          ¿Qué curioso, no?- repuso Abaddon.
      -          Bastante- le respondió Ahriman.
      -          También, es curiosa cierta información que encontraron en la nave- dijo esta vez Erebus-. Accedieron a unos registros en los cuáles mencionaban que hacía años Kyras estuvo allí, en una misión para recuperar reliquias de su Capitulo. ¿no te parece raro esto?
      -          Eso me hace pensar algo- dijo Abaddon-, que quizás esos Cuervos tengan algo que ver con tu Legión, Ahzek.
Lo sabe, pensó Ahriman.
      -          Puede ser- fue la contestación de Ahriman.
      -          Esos Cuervos Sangrientos- dijo Abaddon- pueden ser restos de tu Legión, perdidos y que siglos después siguen fieles al Emperador.
      -          ¿Y si lo fueran?- respondió retador Ahriman-. Ellos han podido elegir libremente, tal vez han encontrado una cura al mal que asolo mi Legión.
El rostro de Ahriman se ilumino. Si aquello era verdad, todavía podría salvar a su Legión. Tal vez los Cuervos Sangrientos fueran la clave de todo, tal vez aquello…
Y cuando estaba absorto, pensando en aquello algo le interrumpió.
Vio como una de las puertas se abría y por ella entraba un legionario de los Portadores y se acercaba a Erebus.
      -          Creo que hay noticias inquietantes- dijo el Apóstol Oscuro- Haz pasar a nuestros invitados.

El legionario inclino su cabeza y se marchó. Poco tiempo después regreso con un grupo de legionarios.
Su heráldica era distinta a los Portadores, así como el color de sus armaduras. Eran dos legionarios, Elegidos sin duda, e iban acompañados por dos líderes de cultos, eso parecían por sus desgarradas vestimentas. Observo atentamente como uno de los legionarios estaba herido, aunque no mucha gravedad. El color de la armadura era casi malva, aunque un poco más oscuro, adornada con filigranas plateadas. En las hombreras grotescas caras y apéndices de color carne asomaban.
      -          Me llamo Saardiar, Elegido de la Muerte. Hemos sido traicionados.

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