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jueves, 31 de octubre de 2013

III Concurso de Relatos Wikihammer 40k: Más allá de la Verdad

Como otro año, he participado en el concurso de Relatos de Wikihammer, esta vez con un relato basado en el Caos, por eso aparece en este blog.
Lo primero felicitar al resto de los concursantes, y después, dar las gracias por los dos puntos que ha recibido el relato, una plata, con el que tengo el sexto puesto compartido.
Lo dicho y seguid así chicos, ya que por lo menos vemos movimiento externo a la empresa matriz en este hobby que cada día se esta volviendo más difícil.
Espero que os guste el relato y nos vemos en otro articulo.


MÁS ALLÁ DE LA VERDAD
Hace mucho tiempo pensaba como vosotros, pero ahora sé lo que es la verdad.
Como vosotros, también trabajaba y vivía en un Mundo Colmena, donde venerábamos al
Emperador.
Todo lo hacíamos por su favor, por su protección.
Se llamaba Sigma 6 Alpha. Era un mundo prospero, en el que se fabricaban bienes que eran
distribuidos por toda la Galaxia.
Como todos los días, iba a trabajar. Era un obrero y construía con mis manos toda clase de
utensilios.
Y entonces algo que cambio mi vida por completo.

Un ruido ensordecedor, un ruido que llego a mis oídos. Nunca había escuchado nada como
aquello. Mire al cielo y las vi como caían, de él como estrellas fugaces que horadaban la
ciudad en la que vivíamos. Y junto a esas estrellas, naves. Eran naves de transportes que
dejaban en la superficie vehículos de combate, tanques.
Y de ellas también bajaban tropas. Nunca había visto nada así, nada como ellos. Solo había
visto a los Guardias de la guarnición y a los Arbitres, pero nunca a ellos.
Todos hemos oído hablar de los Marines Espaciales, los Campeones del Emperador, aquellos
que protegen a la Humanidad de los corruptos y los xenos.
Llegaron a mi planeta.

Estaban delante de mí. Eran unas moles de más de dos metros, de ceramita pura. Era
incomparable su visión, así como temible. Llevaban en sus manos un arma, tan grande como
uno de mis brazos. Sus cascos era dos veces mi cabeza y sus lentes rojizas miraban de forma
inquisitorial. Sus armaduras eran de color amarillo oscuro el torso, parecía dorado, mientras
que sus cascos y piernas eran de color azul oscuro, adornadas con detalles plateados, así como
en sus hombreras cobrizas llevaban una águila.
No teníamos nada que temer, ya que eran los protectores de la Humanidad, así que nos
acercamos a ellos, como amigos.
Y entonces paso algo que no esperábamos. Nos dispararon.
Un joven a mi lado cayó al suelo partido en dos. La gente, asustada, comenzó a correr sin
dirección.
Yo también corría y a mis espaldas escuchaba las detonaciones de sus armas, así como el
crepitar de sus armas de combate de energía. También escuchaba el ruido de sus sierras y los
gritos de terror de mis conciudadanos.

Me pare, para tomar aliento. Entonces vi a la Guardia Imperial, seguida por los Arbitres como
tomaban posiciones de combate. Iban a defender la posición contra un enemigo claramente
superior.

Vi sus armas láser como apuntaban a mi espalda. Me gire y los vi.
Era dantesco, pero a la vez formidable ver a los Marines como avanzaban, sin prisa al
encuentro de las fuerzas defensoras.
Y entonces comenzaron los disparos. Las armas láser impactaban en sus armaduras, pero
seguían avanzando. No disparaban, solo avanzaban, sin descanso.
El terror corría por mi cuerpo. Estaba en medio de la batalla, en un lado la Guardia Planetaria y
en el otro los atacantes. Me que de allí, paralizado, petrificado, mientras los veía avanzar y
levantar sus armas.
En ese momento mi cuerpo se puso en funcionamiento de nuevo. Corrí y me escondí en una
de las callejas adyacentes. Escuche las detonaciones, los impactos láser, las explosiones y los
gritos de los soldados.
Me acurruque y con mis manos tape mis oídos. No podía escuchar aquello, no quería hacerlo.
No comprendía que pasaba. ¿Por qué nos atacaban?

Paso un tiempo, no sé cuánto, pero para mí fue una eternidad y se hizo el silencio. Salí de mi
escondite y volví a la calle en la que había estado antes.
Lo que vi me impacto.

Cuerpos destrozados y mutilados, sangre por todos lados. Algunos marines yacían muertos,
sus armaduras destrozadas por los impactos de armas de rayos. Me acerque a uno de ellos y vi
que tras la rota armadura había un cuerpo humano, pero mucho más musculoso y fornido.
Otro tenía el casco destrozado. Sus facciones eran agradables, pero parte de su rostro estaba
destrozado y quemado por los impactos. Su pelo, rubio, estaba lleno de sangre pegada.
Aquello me hizo ver que ellos eran como nosotros, seres con poderes sobre humanos, pero
que también podían morir como nosotros.
Me dirigía hacia donde estaban los soldados. Todos estaban muertos. No quedaban
supervivientes. Había de todas las edades, desde casi niños, reclutas posiblemente, hasta
hombres de mediana edad. Todos muertos, despedazados.

Vi un rifle láser, que cogí instintivamente. Nunca he sido un soldado, no se disparar un arma,
pero el coger aquella me hizo sentir más valiente y seguro.
Mis pasos sin rumbo se dirigieron al centro. Iba hacia el Palacio Gubernamental. Allí podría
encontrar una explicación de lo que pasaba.
Estaba confundido. No podía comprender el por qué, si ellos nos defendían, como nos podían
hacer eso. Nos estaban matando.

En mi periplo hacia el Palacio vi que no solo mataban a soldados, si no que disparaban
indiscriminadamente contra cualquiera, ya fuera hombre, mujer, ancianos o niños.
Era una matanza. Esto hizo que algo que tenía en mi interior surgiera. Era un coraje, una furia
desconocida hasta ese momento por mí. Sentía miedo, no lo dudéis, pero mi rabia era superior
a este. Quería venganza, quería matar a aquellos que habían asesinados a mis vecinos.
Entonces me pare en seco.

Antes debía de ir a mi hogar. Estaba tan obnubilado que lo había olvidado. El shock me había
hecho olvidar a ella.
Volví sobre mis pasos y ande lo que me pareció una eternidad. Escuchaba gritos, disparos y
detonaciones.
Pronto me encontré delante de lo que había sido mi vivienda, uno de los miles de edificios de
la antigua Colmena. Estaba destrozado, destruido por el impacto de munición pesada. Tal vez
vehículos, tanques o algunas naves habían causado aquello.
Ande por los escombros durante un largo rato. Entre ellos encontré restos de seres conocidos,
de seres con los que muchas mañanas me encontraba, de gente con la que charlaba de cosas
tan triviales como el tiempo o los deportes. Vi cuerpos de mujeres y niños enterrados, vi
habitáculos destrozados, pasillos cortados por caídas de muros.
Llegue donde suponía que estaba mi vivienda. Estaba destrozada. Vi el brazo de un ser
humano. Era ella. Estaba allí, tan bella como siempre, pero distinta. Estaba llena de sangre, su
cuerpo destrozado y atravesado por una viga. Tenía sus ojos abiertos, mirándome sin verme.
Los cerré con mis dedos. Y en ese momento jure que tomaría venganza. Con lágrimas en mis
ojos, acaricié su fría piel, la abrace. Algo se había roto en mi interior. Entre sollozos las palabras
golpeaba mi mente, venganza, odio, muerte. Aquello no podía quedar impune. Necesitaba
hacer algo, descargar mi furia sobre algo. Golpee un muro con mis puños, que sangraron,
mientras veía imágenes de lo que había sido mi vida allí, flashes de una vida destrozada.
Aquello me hizo, momentáneamente, sentir mejor.
Y tome la decisión. Si quería vengarme debía de unirme a los soldados y arbitres. Seguro que el
Palacio, hacia donde me había dirigido antes, y que estarían defendiendo.
Cogí el arma y me dirigí con una entereza sorprendente al Palacio.

Tras callejear, eludir controles y atravesar zonas ocupadas por el enemigo, llegue allí.
No había solo soldados y arbitres. Muchos ciudadanos se habían unido a ellos, muchos se
hacían la misma pregunta que yo, ¿Por qué?
En mi camino hacia el Palacio, vi a naves de transporte dirigirse hacia la zona industrial, donde
seguramente habían montado su base de operaciones. Se lo dije a un oficial, el cual me habían
asignado.
Estaba allí, en una barricada improvisada, armado con un rifle láser y vestido con una
armadura antifrag y un casco que me quedaba un poco grande. Además era incomodo, muy
incómodo y algunas veces se me bajaba y no me dejaba ver bien.
Pero aún así vi cuando unos compañeros me señalaron en la dirección.
Eran marines, o por lo menos lo parecían. Pero estos eran distintos. Si la armaduras de los
otros era negra como la noche, la de estos era de color acero, pero tan brillante que hasta
podía desafiar en brillo al mismo sol. Llevaban armas como los otros, pero algunos eran
todavía incluso más gigantes, con espadas gigantescas y alabardas.
Mire a un chico que era soldado y le pregunte quienes eran. Me dijo que eran exterminadores,
expertos en combate cuerpo a cuerpo. Duros, más duros que los anteriores. Dijo algo más,
algo como Caballeros e Inquisición, no recuerdo más. Le dije que estos eran distintos a los que
había visto antes. Le explique el color de sus armaduras. Me contesto: Águilas Oscuras.
El chico bajo la vista y dijo para si algo como que por qué pasaba aquello. Después me miro a
los ojos. Su vista estaba perdida, vidriosa. Dijo, y son sus palabras textuales, “el Emperador me
proteja”. Y al decir esto cogió su bayoneta y delante de mí se cortó el cuello. La sangre salpicó
mi rostro. Mire hacia otro lado y vi como otro soldado, mientras gritaba algo parecido a una
oración, se arrancaba la piel y dejaba solo la carne sangrante y supurante.
Era una locura. Apunte y dispare.

Los disparos impactaban en sus brillantes armaduras, pero no los detenían. Avanzaban
disparando unos cañones que destrozaban todo a su paso. Detrás aparecieron vehículos de
transporte, tanques y alguna nave, de la cual salían más refuerzos.
La situación estaba perdida. Pensé que moriría allí. Que sería la última vez que vería el sol.
A mi alrededor las cosas estaban cada vez peor. Al ruido de detonaciones se había unido
también el olor a promethium y carne quemada. Tenían lanzallamas con los que incineraban a
los nuestros. No se podían parar, ni siquiera las armas pesadas, ubicadas en el Palacio podían
con ellos.
Todo estaba perdido.

O eso creía. En ese momento escuché un gran estruendo, un ruido ensordecedor. Era como si
un vehículo a reacción pasara sobre nuestras cabezas y después impactara en el centro de la
plaza. El impacto nos cegó a todos.
Nubes de polvo inundaron la barricada. Una humareda, provocada por el vehículo, nos
rodeaba. Poco a poco el polvo se fue diluyendo y entonces lo vi.
Era la primera vez que veía algo así. Era monstruoso, con una especie de tentáculos que salían
de lo que parecía un habitáculo y se clavaban en el suelo.
Estaba elevada. Escuche un siseo eléctrico, y el habitáculo comenzó a bajar. Aquello me
sorprendió, pero lo que vi a continuación aún más.
Cuando el habitáculo estaba a algo así como unos dos metros del suelo, unas puertas se
abrieron y detrás de ellas había marines.
Si como os digo, eran marines.
Sus armaduras eran carmesíes, góticas, muy recargadas y de diseños dorados intrincados,
algunas con una especie de rostros en ellas, otras con cráneos y colgaban trozos de lo que
parecía tela, no puedo asegurarlo, con palabras escritas en un lenguaje desconocido. En una de
sus hombreras distinguí una cabeza dentro de una llama.
Salieron disparando, contra los otros marines. Me quede petrificado. Aquello me dejaba sin
palabras.

Y lo que vi después hizo que mi mundo, ya destruido de por sí, se tambaleara aún más.
Aquellos extraños nos ayudaban, luchando contra los otros marines, defendiéndonos de los
que suponíamos que eran nuestros protectores.
Ahora, años después comprendo lo que pasó allí.

Todo es mentira.
El Emperador no nos protege.
El Imperio esta corrupto. Está dirigido por unos burócratas y militares corruptos. Pero los
peores de todos es la Inquisición. Bajo su velo de Santa Bondad ocultan lo corruptos que están.
Destruyen mundos completos en nombre del Emperador, de una falta pureza en los xenos o
porque crean que un mundo es herético.
La libertad para ellos es una Herejía. Para ellos cualquier decisión que tome un individuo es
una Herejía.
La Verdad es bien distinta.
El Emperador está muerto desde hace diez mil años, solo es un Cadáver sentado en un Trono
Dorado. No protege a nadie. Esa es la Verdad.
Lo usan como medio de contención para que la población crea en algo. Han creado una falsa
religión a su alrededor. La Verdadera Religión son las Palabras de Lorgar.
Él fue humillado por su Padre. Pero en la Humillación encontró la Verdad. La Verdad que le
hizo Libre, la Verdad que le dio Verdadero Poder.
Han pasado diez mil años y la Guerra continua. Solo hay una Verdad y esta está en la Palabra.

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